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Juan Huarte de San Juan

Juan Huarte de San Juan,médico, humanista y filósofo español; n. en San Juan del Pie del Puerto (actual Navarra francesa) en 1529 y avecindado en Baeza un año más tarde, donde transcurrió su infancia y realizó estudios humanísticos. Se licenció en Medicina en Alcalá, en 1559, y los pocos datos biográficos que nos han llegado de él hablan de su afincamiento definitivo en Linares y de su muerte allí, a fines de 1588 o principios de 1589. No se descarta su permanencia en Baeza durante algún tiempo, ejerciendo su profesión.



Hijo de su época, H. pertenece a ese grupo de médicos españoles del Renacimiento -Gómez Pereira, Francisco Sánchez, Laguna, Vallés- que no limitan su actividad a la práctica médica. Dotado de un espíritu abierto a todo conocimiento, acuden a las fuentes originales del saber médico y dedican parte de su tarea a la especulación filosófica. Frente a lo que sucederá en siglos posteriores, su obra va a tener influencia importante -y a veces será precursora- sobre el pensamiento científico europeo de ulteriores décadas.



Obra principal. La aportación de H. a tal empeño radica en un libro, Examen de ingenios para las Ciencias, que vio la luz en primera edición, en Baeza, en 1575 y que tras su muerte sería meditado (también en Baeza, 1594), corregido en parte, ampliado en algunos capítulos y suprimidos otros. Es cierto que la Inquisición jugó su parte en tales modificaciones, llamando la atención al autor sobre determinadas doctrinas, pero a pesar de ello, H. se mantuvo siempre dentro de la ortodoxia y sus posibles errores fueron fruto, no de la herejía, sino de su posición precursora, que él mismo reconoce al confesar que su libro «no puede escapar de algunos errores, por ser la materia tan delicada y donde no había camino abierto para poderla tractar».



El Examen de ingenios alcanzó pronto gran resonancia, sus 24 ediciones en diferentes idiomas prueban el interés logrado por su doctrina. ¿En qué consiste ésta? Trata H. de ofrecer con su libro al rey Felipe 11, la posibilidad de discernir, mediante el conocimiento del temperamento nativo de los hombres, su disposición para el ejercicio de las distintas actividades intelectuales o técnicas. Piensa así nuestro médico, en una época de crisis que vive como genuino renacentista, alcanzar un mundo de perfección, en el que puedan darse «los mayores artífices» por el mero hecho de aunar el arte en la naturaleza.



En la obra se pueden distinguir tres partes: una primera, de contenido psicológico y carácter teorético, en la que se estudian los distintos ingenios, sus variedades y diferencias, su relación con la constitución temperamental -entendido el temperamento, por supuesto, al modo galénico-, las teorías humorales y el cerebro, todo ello como fundamento de las aptitudes profesionales y de la actividad intelectual humana. La segunda parte del Examen de ingenios, también de contenido psicológico, es de carácter pragmático; en ella trata H. de la correspondencia existente entre las distintas profesiones académicas y las diferentes variedades de ingenio. Analiza, en fin, caracterológicamente, dichas profesiones y los individuos que a ellas se dedican. El último apartado del libro, de contenido biológico y también de carácter práctico, va orientado al logro de los buenos ingenios.



Doctrina del autor. Como hemos podido ver, la doctrina de H. afirma que para el conocimiento científico y el ejercicio profesional, la aplicación del sujeto o los métodos pedagógicos utilizados para ello no tiene tanta importancia como algo nativo en el hombre, algo cuyo origen no radica en su alma y que es preciso atribuir a las diferencias temperamentales. Por ello es imprescindible un estudio práctico que, abarcando la investigación tipológica -en lo que se refiere al temperamento-, su correspondencia con la mentalidad de cada individuo, la relación entre tipos mentales y los diferentes modos de enseñanza y profesiones, permita en fin una aplicación eugenésica, pedagógica y sociológica, con vistas a la selección de superdotados y, más modestamente, a la orientación profesional en general.



Señala H. tres facultades: entendimiento, imaginación y memoria, cuya forma de ser en el individuo dará lugar a otros tantos modos de ingenio. Ahora bien; puesto que el ingenio está en función del temperamento, relaciona nuestro autor las cualidades humorales constitutivas de los temperamentos con las referidas potencias psíquicas, distinguiendo así tres tipos de ingenio: el memorioso -por temperamento húmedo-; el imaginativo -por temperamento cálido-; y, finalmente, el intelectivo, por temperamento seco. Como quiera que de la combinación de las diferentes cualidades surgen nuevas diferencias, se sigue en la clasificación de los ingenios, según H., una subdivisión en teóricos y prácticos.



Sólo resta ya el médico renacentista, para lograr su examen de ingenios para las ciencias, establecer la correspondencia existente entre los diversos ingenios y las distintas artes y ciencias. Lo consigue -anteponiéndose a Bacon (v.)- mediante su célebre clasificación de las profesiones según la facultad psíquica más necesaria para su ejercicio. En lo que se refiere al entendimiento, predominará para el estudio de la Teología, teoría de la Medicina, Dialéctica, Filosofía y práctica de la jurisprudencia. Para el dominio de la poesía, elocuencia, música, práctica de la Medicina, Matemáticas, Política, Astrología, será precisa la preponderancia de la imaginativa. La memoria, en fin, es facultad imprescindible para sobresalir en el estudio de la Gramática, las lenguas, la teoría de la Jurispericia, la Teología positiva, la Cosmografía y la Aritmética.



Uno de los puntos de fricción del Examen de ingenios con la Inquisición radica en la afirmación de H. -al abordar el problema de las relaciones funcionales entre alma y cuerpo- de que el alma racional, mientras informa al cuerpo, no puede ejercitar acción alguna sin órgano efector adecuado. Ello le lleva a la conclusión de que en el cerebro tiene que existir un órgano para cada facultad. En la edición de 1594 rectificará expresando la existencia de dos potencias intelectivas: una inorgánica, función específica del alma racional, y otra orgánica y cerebral, condición inexcusable para el funcionamiento de la primera.



Para la redacción del Examen, H. de S. J., fiel humanista, hubo de conocer las Sagradas Escrituras, los textos filosóficos clásicos -Platón y Aristóteles-, el Corpus Hippocraticum y las obras de sus contemporáneos. Pero por encima de todos ellos, el escrito que le sirvió de punto de partida fue el Quod animi mores corporis temperamenta sequantur de Galeno (v.), aunque el médico de Linares sobrepasa al de Pérgamo, no ya por su tesis, cristiana la del español, de la igualdad nativa de todas las almas, sino por admitir una correlación estrecha y específica entre el temperamento y el talento intelectual y, sobre todo, por negar rotundamente la influencia de aprendizaje, hábito y vocación sobre la aptitud y el rendimiento de la inteligencia.



La publicación del Examen de ingenios marca el nacimiento de una nueva disciplina: la Psicología diferencial. Sin embargo, la grandeza de la obra se vio menguada por el desconocimiento, casi general en su época, del sentido pedagógico que encerraba. La literatura del Siglo de Oro español, por el contrario, fue fiel notario de la presencia y la existencia de la obra de H.



A. ALBARRACIN TEULóN

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991
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