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Fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María

Inmaculada Concepción. Alonso del Arco.(1635-1704)





El 8 de diciembre de 1854 el Sumo Pontífice Pío IX, se reunió en la Basílica de San Pedro en Roma, con más de 200 prelados, cardenales, arzobispos, obispos, embajadores y miles y miles de fieles católicos, para manifestar solemnemente: “Declaramos que la doctrina que dice que María fue concebida sin pecado original, es doctrina revelada por Dios, y que a todos obliga a creerla como dogma de fe”
El dogma fue proclamado por el Papa Pío IX, en su Bula Ineffabilis Deus:
“Para honra de la Santísima Trinidad, para la alegría de la Iglesia católica, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, con la de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra: Definimos, afirmamos y pronunciamos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original desde el primer instante de su concepción, por singular privilegio y gracia de Dios Omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano, ha sido revelada por Dios y por tanto debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles. Por lo cual, si alguno tuviere la temeridad, lo cual Dios no permita, de dudar en su corazón lo que por Nos ha sido definido, sepa y entienda que su propio juicio lo condena, que su fe ha naufragado y que ha caído de la unidad de la Iglesia y que si además osaren manifestar de palabra o por escrito o de otra cualquiera manera externa lo que sintieren en su corazón, por lo mismo quedan sujetos a las penas establecidas por el derecho”.
Fiesta relevante en España.
España está consagrada a la Inmaculada Concepción y se le tiene por Patrona y Protectora, siendo el 8 de diciembre fiesta de carácter nacional.
Durante la celebración de dicha festividad, los sacerdotes tienen el privilegio de vestir casulla azul, prerrogativa otorgado por la Santa Sede en el año 1864, como agradecimiento a la defensa del dogma de la Inmaculada Concepción que hizo España.

En el año 1585, el Tercio de Zamora, mandado por el Maestre de Campo don Francisco de Bobadilla, se encontraba en una muy apurada situación defendiendo la plaza de Bonmel, ciudad situada entre los brazos de los ríos Mosa y Waal. Los protestantes holandeses, a las órdenes del conde de Hardick tenían cercada a la ciudad con sus barcos, inundándola en parte mediante la rotura de diques y tratando por todos los medios quebrantar la resistencia del ejército español mediante ventajosas ofertas de rendición, ofertas rechazadas por Bobadilla con toda energía, aún a sabiendas que tenía ya casi agotados todos los recursos, que sus efectivos eran muy inferiores a los de Hardick y que contaba con un elevado número de bajas entre sus filas.
En esta crítica situación, sólo un milagro podía salvar la plaza. En la fría mañana del día 7 de diciembre de 1585, un soldado de Infantería que hacía la centinela, ya fuese para guarecerse del intenso frío o para construir una trinchera, empezó a cavar sobre el terreno helado, quedando sorprendido con la aparición, a los primeros golpes de poco, de una bella pintura que representaba a la Madre de Dios. Se arrodilló el soldado ante la imagen y muy pronto acudieron al lugar del hallazgo el Maestre de Campo, capitanes y soldados y allí, hincada en tierra la rodilla, suplicaron a la Celestial Señora su intercesión para que otorgara la victoria a las armas españolas. Reunió Bobadilla a sus capitanes y les dijo: “El hambre y el frío nos llevan a la derrota: nos salvó el milagroso hallazgo, nosotros velaremos por España; ¿queréis que se quemen las banderas, se inutilice la artillería y abordemos en la noche a las mayores galeotas hasta ganarlas o todos perder la vida?” Asentaron los capitanes y a la propuesta de rendición del conde Hardich le contestaron: “Los españoles prefieren la muerte a la deshonra”.
Amaneció el 8 de diciembre de 1585, fecha que resultó ser memorable para los anales de nuestra Infantería, pues en ella se vieron obligados los asaltantes a levantar el cerco. Clareando el día, se desencadenó una impetuosa tormenta seguida de bajísimas temperaturas que helaron las aguas, facilitando una salida por sorpresa de la infantería española contra los confiados sitiadores, los cuales perdieron en la refriega 10 navíos con bastimentos de guerra y fueron hechos un gran número de prisioneros, viéndose obligada la escuadra holandesa a levantar el sitio ante el temor de quedar retenidos por los hielos. Esto permitió al conde de Mansfeld acudir en socorro del Tercio hasta llegar a Bois le Duc, donde fueron atendidos los heridos y enfermos que ascendían a más de la mitad de sus efectivos. Los enemigos, en su huída, comentaban que “sin duda Dios era español, pues había obrado tan gran milagro”.
Así terminó el asedio a Bonmel, el mismo día en que siglos después sería proclamado el dogma de la Inmaculada Concepción de María. Los infantes se adelantaron, siendo los primeros los del Tercio de Zamora, que proclamó a la Inmaculada como Patrona celestial del mismo. Imitaron su ejemplo los demás Tercios de Flandes y de Italia.
Finalmente, en la Real Orden Circular del 12 de noviembre de 1892, firmada por doña María Cristina de Habsburgo-Lorena, disponía:
“Considerando conveniente para mantener vivo el sentimiento religioso de los diferentes cuerpos y dependencias del Arma de Infantería y estrechar los vínculos morales que unen a sus individuos, visto lo propuesto a este Ministerio por el Inspector General de la misma, en su comunicación de 27 de julio último y teniendo en cuenta que ha sido aprobada la elección por el Provicariato General Castrense, la Reina Regente del Reino, en nombre de su Augusto hijo el Rey (q.D.g.), se ha servido declarar Patrona del Arma de Infantería a Nuestra Señora la Purísima e Inmaculada Concepción, que ya lo fue del antiguo Colegio Militar y lo es hoy de la Academia General y de gran número de regimientos”.
Eduardo Palomar Baró
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