Asunción Muriedas corrió, como muchos, el 3 de noviembre de 1893. Fue la curiosidad -y, posiblemente, la intención de sacar algo en claro- la que llevó a esta mujer a acercarse a un barco cuya mercancía ardía en los primeros muelles de aquel embarcadero. Y fue una explosión y una ola negra la que cortó su carrera en seco. La tragedia del ‘Machichaco’ sesgó la vida de muchas personas y la pierna de Asunción, que voló por los aires en un salto sin igual y se ganó el sobrenombre de ‘Voladora’ hasta su muerte. Pero el destino quiso dar a esta familia más popularidad aún en la historia santanderina y su hija, ‘Cruza’, fue otro de los personajes de rostro conocido en la capital. Ayudó, durante años, a Colás Ochoa en el surtidor de Puertochico, donde pasó buena parte de sus días. Era fuerte, enérgica y dicen que noble. Ejemplar típica de esas pescaderas de estampa que pintaron los costumbristas en la Cantabria del mar y la montaña. Imbatida en las grescas y en desafíos, puso contra el suelo a más de una y mostró con orgullo sus victorias. «¡Allí lo tienen!», dijo en tono despectivo tras una de sus victorias más famosas. Aún hoy se la recuerda en su puesto de gosolinas vendiendo chufas.