Los consejos que, a mediados de octubre, un anónimo, que debía ser el médico, daba desde Cereceda en La Voz de Liébana, insistían en la limpieza de los hogares y en que cuando «sientan los primeros síntomas, como en esta tierra es imposible una asidua y, sobre todo, pronta atención médica, deben encamarse enseguida, purgarse y tomar sudoríficos hasta que el facultativo mande otra cosa. No deben levantarse hasta sentirse completamente bien, no tienen que fiarse de apariencias; porque las recaídas y el abandono de los primeros y sencillos cuidados dan un número elevado de enfermos graves».
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