De cuando el Real Astillero de Colindres construyó los más grandes galeones para la Corona de Castilla

 

La Capitana, ‘Nuestra Señora de la Concepción y de las Ánimas’ y La Almiranta, ‘Santísima Trinidad’ fueron los mas grandes galeones de la época

El Astillero Real de Colindres nace en 1618, como asiento de la fabricación de galeones para la Armada de las Cuatro Villas de la Costa de la Mar y ese es un hecho muy sorprendente, teniendo en cuenta los reiterados pleitos jurisdiccionales que desde finales del Siglo XIV se sucedieron entre las villas de Colindres y Laredo.

Por un lado, la villa pejina es aún a principios del Siglo XVI la más poderosa de las cuatro villas de la Mar, ante la cada vez mayor pujanza de Santander. Por el otro, la irredenta Colindres utilizaba su puerto natural, a pesar de carecer de permiso para el tráfico internacional, para recibir y portar barcos provenientes de Bremen, Brujas, Bristol, Plymouth, Cork, La Rochela o Burdeos. Contaba Colindres para ese comercio con los privilegios y exenciones fiscales que le concedía su Fuero, sin pagar alcabalas reales, ni impuesto a Laredo a pesar de la beligerante vigilancia de la villa pejina.

¿Cuáles fueron las razones para que pudieran trabajar en común? ¿Quién estuvo detrás de esas gestiones? Para resolver el enigma hay que retrotraerse unos años antes, a las postrimerías del reinado de Felipe II, el monarca que más relación tuvo con Colindres, quien se hospedó en la casa de los Valle y contó con los servicios de dos colindreses como secretarios reales: Pedro del Hoyo, al que le encargó la utópica labor de encontrar la piedra filosofal, y Juan de Escobedo, asesinado en una callejuela de Madrid, capítulo sangriento de la leyenda negra que rodea la figura de Felipe II. En Colindres mantuvo a Bárbara de Blomberg, la amante de su padre y madre de su hermanastro Juan de Austria, y en nuestra villa tuvo su huerto real para el trasplante de los árboles que decoraron el palacio que edificó para su amada Isabel de Valois.

Felipe II necesitaba dotar a las Cuatro Villas con una nueva armada de galeones y para tal menester creo el nuevo cargo de Pagador Real de la mencionada armada, eligiendo para ello a una persona de su “confianza y suficiencia, tal como se requiere y por la buena relación” que el monarca tenía con el colindrés Juan del Catillo Alvarado; así se lo escribía el rey, por la “buena cuenta que habéis dado de lo que se os ha encargado de mi servicio (…) que así lo continuareis adelante”.

Juan del Castillo Alvarado, casado con Isabel de Santayana, era vecino de Colindres y corregidor de Laredo. Las funciones de su nuevo cargo fueron el pago de la fábrica de navíos, su apresto, la leva de marineros, la paga de los cabos y soldados de los fuertes de Hano y San Martín y todos los bastimentos necesarios. Por el poder de Castillo pasaba el dinero real y se ocupaba también de conseguirlo, con el derecho a interrogar a los fiadores sobre sus bienes y posesiones, deudas o matrimonios. Mientras los capitanes de la armada y los corregidores de las Cuatro Villas se sucedieron en el tiempo, Castillo Alvarado fue el hombre fuerte de la corona en estos lares, de Felipe II y de su hijo Felipe III, durante las tres décadas que se mantuvo en el cargo de pagador real de la armada.

Conforme los galeones se fueron fabricando de mayor porte y el astillero de Laredo carecía de calado, se hizo necesario buscar un sitio cercano para que Laredo no perdiese su predominancia sobre las otras tres villas de la Mar. El lugar idóneo era Falgote en Colindres y el nexo de unión e impulsor de esta localización fue Castillo Alvarado. Falgote era un terreno concejil de juncos que utilizaban los colindreses para el abono, aunque hay documentos que hacen muy probable que dicho lugar ya se hubiera utilizado para la fabricación naval, lo que el Concejo de Colindres negó, temeroso de que la corona dispusiera de ello como propio. Pero el trato favorecía a Colindres, siempre que las Cuatro Villas pidieran permiso al Concejo para la fabricación de navíos, la leña que se sacara fuera para el aprovechamiento común de los vecinos y que los colindreses pudieran continuar con su comercio marítimo sin la prohibición de Laredo.

Así fue que gracias a las gestiones de Juan del Castillo Alvarado se asentaron en Falgote los primeros fabricantes, dos laredanos, Hernando de Escalante y Hernando de Santander, se gestó la paz entre vecinos en la fabricación de galeones de guerra y nació el Astillero Real de Colindres, en el que se botaron los mayores galeones de su época en el Mundo.

De La Capitana, el galeón más célebre construido en Falgote, se construyó sólo hasta la segunda cubierta debido a que la ría no tenía suficiente calado para soportar el peso de una construcción tan mastodóntica. La mítica embarcación tenía 90 cañones y arqueaba alrededor de 1.300 toneladas, mientras que La Almiranta, que era todavía más grande, arqueaba unas 1.600 toneladas. Este último galeón de guerra era considerado como el Titanic de la época, pero La Capitana era un barco principal, al que seguía el resto del convoy.

Autores: Adrián Setién, Yolanda Arce y Ángel Revuelta

www.colindres.es

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