Sobre el hundimiento del acorazado España existieron varias versiones. Los republicanos lo atribuyeron a un bombardeo de sus aviones, Los nacionales, al choque con una mina. Y existe una tercera versión: la del torpedeamiento por parte de un destructor británico para evitar que un mercante de su nacionalidad fuese apresado por el España. En su día, ambos bandos en guerra facilitaron los comunicados, abiertamente contradictorios, fechados, respectivamente, el 30 de abril y el 19 de mayo de 1937: Parte de los gubernamentales Los telegramas oficiales en que el jefe de las fuerzas aéreas del Norte da cuenta del hundimiento del acorazado España dicen así: Aeródromo Las Delicias, Santander, 30. -Encontrándose acorazado fascista España a cuatro millas de la costa de Santander, donde trataba de apresar a un buque mercante cerca del puerto, fue bombardeado intensamente por nuestros aviones, hundiéndose poco después. Aeródromo Las Delicias, Santander, 30. -Hoy, a las siete cuarenta y tres minutos, nuestros aparatos arrojaron doce bombas sobre el acorazado España, logrando cuatro impactos. A los treinta minutos se hundió el acorazado. También fue perseguido y ametrallado el destructor Velasco. Parte de los nacionales Las radios rojas dan cuenta de fantásticos combates y bombardeos aéreos sobre nuestros buques de guerra del Cantábrico, y presentan como una victoria el hundimiento del España. No ha habido en absoluto combate naval ni ataque aéreo ninguno, sino un accidente fortuito. El España chocó con una mina a la deriva, de las innumerables que habían colocado nuestros minadores en aquellas aguas. El accidente ocurrió cuando el España perseguía a un buque mercante inglés, que, no obstante los avisos que se le dieron, intentaba burlar el bloqueo de Santander. El enemigo trata de elevar la decaída y triste moral de su escuadra con la invención de una victoria que no ha existido nunca y con las calumnias que dirige al comandante y a la oficialidad del destructor Velasco, que llevó a cabo el salvamento completo de toda la tripulación del España. Esta desalojó el barco con un orden y una disciplina ejemplares, sin que en ningún , momento hicieran acto de presencia en el lugar del accidente ni barcos ni aviación alguna del adversario. El silencio que por discreción se guarda siempre de las operaciones navales no permite, sin embargo, callar que en el Mediterráneo y en el Atlántico se repiten constantemente las hazañas de nuestra gloriosa Marina de guerra. La Marina nacional, que comenzó con el acto sublime de someter a dos grandes buques sublevados y que ha realizado en el transcurso de la guerra el alistamiento de los grandes cruceros, cañoneros, y guardacostas que hoy dominan el mar, el salvamento de un submarino y las reparaciones de numerosos buques sin más recursos que los propios, ha hundido en combate al destructor Ferrándiz, a ocho guardacostas y a varios pesqueros armados; ha averiado seriamente al Miguel de Cervantes y a dos destructores; ha aprisionado cincuenta grandes buques cargados con más de cuarenta aeroplanos, cincuenta motores de aviación, un centenar de cañones, alrededor de tres mil ametralladoras, más de cien mil fusiles, sesenta millones de cartuchos de fusil, veinte mil proyectiles de cañón, diecinueve mil bombas de aviación, cuarenta mil uniformes, otras mercancías por valor más de cincuenta millones de pesetas y mucho más material de guerra que es imposible enumerar. A pesar del sacrificio que impone de ordinario el oficio del mar y de las circunstancias, este espíritu, esta lealtad y esta técnica, envueltas en el más alto heroísmo, deben ser destacados en estos momentos para rechazar como una desafortunada mentira más de las huestes rojas las imputaciones de un enemigo innoble. El España se ha perdido en un accidente, pero el mar ha sido, es y seguirá siendo nuestro.
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