SDR EN LA RED

Un poco de historia (CVI)

La proclamación de Carlos III

Una vez que Santander recibió el título de Ciudad, Nicolás de Atienza fue el primer Corregidor que tuvo jurisdicción en la ciudad. Su mandato terminaba en 1762 pero antes de ello, en 1759 tuvo que intervenir en dos acontecimientos muy importantes a nivel nacional: los funerales por la muerte de Fernando VI y la proclamación del nuevo rey, Carlos III (1716 – 1788), hijo de Felipe V e Isabel Farnesio.

Como era de esperar, en Santander se celebraron unas solemnes honras fúnebres en la Catedral por el Rey que había concedido a Santander el título de Ciudad. A los pocos días tuvo lugar la proclamación de Carlos III como nuevo monarca. Esto dio lugar a fiestas “con tres días de iluminación general y fuegos y descargas por la tropa, doseles, alfombras, colgaduras, tablados, toros y toreros, máscaras, refrescos y agasajos y convites y demás para el mayor lucimiento de tan seria función”.

En la Casa Consistorial se reunieron los principales cargos públicos y hombres más importantes de la ciudad, así como el escribano para que levantara acta de todo lo que acontecía. Atienza, como Alcalde Mayor, entregó a Francisco de Bolantín Rivas, por ser el Alferez Mayor, el Real Estandarte para que “en nombre de esta muy Noble y Siempre Leal Ciudad, le levantase en proclamación del Rey Nuestro Señor don Carlos Tercero (q. D. g.)”.

Carlos III
(Anton Raphael Mengs)
 

Todos se dirigieron a la Plaza Mayor, donde estaban formados dos destacamentos de soldados, procedentes de Avilés y del Real Astillero de Guarnizo, que se unieron a la comitiva. Todos ellos, seguidos por Reyes de Armas con escudos con las armas de Castilla y de León, maceros con mazas de plata y el Alferez Mayor portando el Real Estandarte, se dirigieron, por la Cuesta del Hospital, hasta la puerta de San Pedro, en la muralla, donde había una tarima cubierta con un gran dosel. A la misma se subieron el Alcalde Mayor, el Alferez Mayor, los Reyes de Armas, el portero y el escribano. Una vez estuvieron todos en la tarima, los Reyes de Armas dijeron: “¡Silencio, silencio, silencio! ¡Oíd, oíd, oíd!”. A continuación, el Alferez Mayor, ondeando el Real Estandarte, dijo: “¡Castilla, Castilla, Castilla por el Rey Católico Nuestro señor don Carlos Tercero, que Dios guarde!” “Viva”, a lo que todos los presentes respondieron “¡Viva, viva, viva!” agitando pañuelos, sombreos, gorros, las manos, etc. Al mismo tiempo las tropas hicieron unas descargas de artillería y morteros.

Santander en el siglo XVIII
(Peter van der Aa)

A continuación toda la comitiva se dirigió a la Plazuela del Cantón del Mar, donde había otra tarima en la que repitieron la misma ceremonia. Por último, marcharon todos a la Plaza Mayor, frente a la Casa Consistorial, donde había una tercera tarima en la que había un retrato de cuerpo entero del Rey y una guardia de soldados. Una vez más, los miembros de la comitiva subieron a la tarima y repitieron la misma ceremonia. Cuando acabaron, el cuadro del Rey, acompañado de su guardia, fue mostrado desde el balcón del Ayuntamiento bajo un rico dosel. En ese momento el Alferez Mayor devolvió el Real Estandarte al Alcalde Mayor y éste lo situó a la derecha del retrato del Rey. A la izquierda pusieron las banderas del Regimiento de Nobles Milicias de Santander. En ese momento el Alferez Mayor tiró por el balcón monedas de oro y plata, mientras que por las ventanas se tiraban dulces y bizcochos al mismo tiempo que se hacían otros actos que demostraban la alegría por el acontecimiento. Por la noche hubo fuegos, luminarias, máscaras y bailes con música de tambores y pífanos del Regimiento de Nobles Milicias.

El domingo siguiente se cantó un Te Deum laudamus en la Catedral y a continuación hubo otra celebración con fuegos, máscaras, bailes, etc. Unos días después se celebraron corridas de toros. De todos estos acontecimientos dio cumplida cuenta el escribano en el Libro de Decretos del Ayuntamiento. Todas las celebraciones costaron al Ayuntamiento un total de 11.195 reales y 19 maravedís.

Escudo de Carlos III en la fachada de la Delegación de Hacienda

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