Cruzamos la calle del Martillo y entramos en el bulevar; a lo lejos vemos unos barcos carboneros,que están descargando unos hombres metidos en una capucha de saco que les tapa la cabeza;parecen negros, pues el carbón con el sudor forma churretes en sus caras como si saliesen de una mina. Pasamos bajo el puente nuevo de Vargas; desde abajo se ve la calle de encima; en una cuesta sobresale la torre de piedra negruzca de la Catedral y el túnel de la cripta del Cristo, y entramos en la calle de Atarazanas: ésta es la calle más típica de Santander; a su entrada hay un mercado, que fue el antiguo café del Brillante, donde los más famosos cantadores de flamenco y las mejores bailadoras trabajaban.
El Santander castizo de Gutiérrez Solana

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