Hacia 1870 los mareantes de la calle Alta vivían en un laberinto de balcones ruinosos, de aleros retorcidos, de jarcia, de aparejos y de pestilentes residuos de parrocha. Para que te formes una idea de cómo se vive en asomarte a la puerta de uno de ellos. Ese grupo que ves en el fondo, especie de caverna alumbrada por mortecino candil, es una familia que se dispone a descansar de las rudas faenas de todo el día, quizá sobre el duro suelo del miserable recinto, o, a todo tirar, sobre una semi desnuda cama el matrimonio, y sobre un montón de redes los demás. (Pereda, «Pasacalle» 527)
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