Las señoras tenían su reunión en sus casas, tomaban chocolate elaborado en los conventos y hecho por las monjas a toda confianza, y luego se iban a rezar el rosario y a oir el sermón a la Catedral, a San Francisco, al convento del Prado de Viñas otras optaban por la iglesia de los padres jesuítas; en ésta cada padre tenía un confesonario con su nombre para que pudieran elegir.