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Don Daniel, el inolvidable fundador de la Obra San Martín

Daniel García González nació en Bustillo del Monte, en Valderredible, en el seno de una familia modesta el 28 de enero de 1899.

Ingresó en el Seminario de Corbán con tan sólo 13 años y, después de decir su primera misa, fue destinado como cantor de salmos a la Catedral, además de ser el capellán del convento-colegio Los Ángeles Custodios de Santander, situado en la barriada de San Martín, al borde la bahía.
Fue ordenado sacerdote en 1924 en Nuestra Señora de Las Caldas.
La problemática de esos tiempos en las familias debido a las horas fuera de casa de los pescadores y de las mujeres que trabajaban sin descanso en las fábricas de pescado, los niños estaban medio abandonados, a los que veía vagabundeando por las calles.

Es por ello que decidió ocuparse de ellos.

Creó un club deportivo infantil en una vieja carbonería.

Este local se convirtió muy pronto en un lugar de ocio y también en una escuela donde el joven sacerdote se encargaba de la educación de los más pequeños del barrio.

En 1938, fundo la “Obra San Martín” (en honor a la Iglesia de Bustillo) dedicado al apostolado docente y a la asistencia a los enfermos de los barrios pobres.

En la década de los cuarenta, don estableció una nueva escuela en un caserón de doble planta con jardín, que pertenecía a las Hermanitas de los Pobres.

El día 14 de marzo de 1946, se constituía con carácter indefinido el Patronato de las Escuelas San Martín para dar instrucción gratuita a niños y adolescentes de varios barrios de la ciudad

En 1946, los Hermanos de La Salle se hicieron cargo de este nuevo colegio donde, además de las asignaturas tradicionales, se enseñaba contabilidad, dibujo lineal, encuadernación y taquigrafía en horario nocturno.

Abrió un preventorio en Potes con 90 camas, dedicado a niños necesitados o con riesgo de tuberculosis.

En 1957 en Arredondo se creó un nuevo preventorio con 50 camas para niños internos

Además, contaba con actividades deportivas y culturales, y también con una biblioteca para que se fueran aficionando a la lectura y una Escolanía.

En 1967, los superiores de la orden lasaliana se vieron obligados a tomar la decisión de abandonar Las Escuelas, porque necesitaban a los hermanos que trabajaban en ellas para otros destinos que consideraban más urgentes.

Esto hizo que don Daniel, que no quería que el centro desapareciera, decidiera convertir el colegio en un Centro Estatal de Patronato, para que el Estado facilitase el profesorado.

En este primer curso, casi doscientos niños se matricularon en el colegio, siendo atendidos por cinco maestros nacionales, inaugurándose así las nuevas Escuelas de San Martín, donde también se promovió la educación física y deportiva.

En esa misma época, la entonces Diputación Provincial puso en marcha la residencia juvenil Capitán Palacios, muy cerca de las Escuelas.

Internos de toda la región acudían allí a clase integrándose con en el conjunto del alumnado, superando así las dificultades de su condición de huérfanos.

A estas localidades, y también a Reinosa, se desplazaba con los chicos de salud delicada, para que se beneficiasen de su clima y pudieran pasar unos días alejados de la ciudad.

A finales de los cincuenta se abrieron las puertas del nuevo edificio de Villa Junco donde, en 1959, fueron trasladados todos los niños de la Obra.

El nuevo centro se llamó preventorio Santiago Galas, en honor al cántabro residente desde su juventud en México, y gran colaborador de don Daniel, que siempre contó con su ayuda tanto moral como económica.

El sacerdote viajó hasta México para imponer a Santiago Galas la Gran Cruz de la Beneficencia, concedida por el Estado español, lo que hizo en compañía de Pablo Tarrero, director del Banco Santander en la capital cantabra. Santiago Galas recibe a los montañeses en México y se interesa por el avance de las obras del nuevo preventorio.

Más adelante fue el mismo Santiago Galas quien se desplazó hasta Santander para ver terminada la obra en que tanto había colaborado.

En 1964, tanto el preventorio Santiago Galas como las Escuelas de San Martín funcionan a la perfección, el primero gracias a la ayuda de las Hijas de María y las segundas con la colaboración de los Hermanos de la Doctrina Cristiana.

Incansable con sus inquietudes sociales, ahora le llevan a preocuparse por los discapacitado mentales, a pesar de las palabras de desaliento de los numerosos vecinos, que veían inútil esta obra social.

En 1964 abre el colegio “Padre Apolinar” (en honor al sacerdote que protagoniza la obra de Pereda, Sotileza) con 150 camas para niños discapacitados.

Se trataba de un centro para disminuidos psíquico ubicado en El Sardinero.

Más tarde, y a propuesta del entonces presidente de la Diputación Provincial de Santander, Pedro Escalante Huidobro le ofrece su colaboración a cambio de hacerse cargo de algunos de los internos del antiguo Hogar Provincial.

Tras laboriosas gestiones, logra alquilar una casona antigua en el paseo de General Dávila para los chicos, tras lo cual recorre varias ciudades españolas en busca de profesorado especializado en educación especial.

Abre también un colegio para chicas discapacitadas en El Sardinero.

Don Daniel trabajó toda su vida para “sus niños”, a los que constantemente cuidó, ayudó y protegió.

El sacerdote murió en la residencia femenina Padre Apolinar de Santander, a causa de un derrame cerebral.

Texto Beatriz Beneitez Burgada

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