Dies Domini 7 de junio de 2009

Solemnidad de la Santísima Trinidad
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Evangelio
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban.Acercándose a ellos, Jesús les dijo:«Id y haced discípulos de todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo».
Mateo 28, 16-20
Comentario
Es una gozada saber que Dios es familia, no soledad; es comunión y vida. Dios no es un ser solitario que vaga sin sentido por los espacios siderales; no es un jeroglífico para rompernos la cabeza, es un misterio de comunión, de amor. Como decía san Agustín: «El Padre es el Amante, el Hijo es el Amado, el Espíritu Santo es el Amor».El Domingo de la Santísima Trinidad nos recuerda que también nosotros somos misterio, que no significa oscuridad, sino sobreabundancia de luz. ¡No me digáis que no es luminoso el misterio de la Trinidad! Si Dios es Amor, ¿no es luminoso el Misterio de tres personas en una unidad? Explicar a Dios por dentro es descubrir que el amor es siempre comunión, familia, relación, y que no es soledad, como nuestra vocación que es el amor, es compartir, es abrirnos al otro, es salida de uno mismo para ir al encuentro de quien amamos.La Santísima Trinidad es, desde siempre, el recordatorio perenne de que nuestra profunda vocación es vivir en familia. No estamos hechos para la soledad, sino para compartir, para amar, para mirar al otro. Ahora, descubro que muchos hombres y mujeres de mi edad viven en una profunda soledad. Después de años en familia, ahora se dan cuenta de que viven solos. De vez en cuando van a visitar a su familia, pero no viven con ella. Nuestra sociedad ha creado personas solitarias, soledades compartidas, que es lo peor de la soledad. Me contaba un amigo mío que la mayoría de sus amigos pasan mucho tiempo solos. Hemos creado una sociedad de solitarios. La Trinidad nos recuerda que nuestra profunda vocación es la comunión, es vivir juntos, es, sobre todo, abrirse a la riqueza del otro. Necesitamos descubrir que por la inhabitación de la Santísima Trinidad no estamos nunca solos, y que nuestra profunda vocación es vivir juntos, compartir, como hace la Santísima Trinidad: Amor con un solo corazón. Este Domingo nos lo recuerda.¿Acaso no estará apuntando ya el Libro del Génesis a descubrirnos el misterio de la Trinidad, cuando nos dice que no es bueno que el hombre esté solo? Existe una soledad sonora, de la que hablan los místicos, que es como un espacio en el corazón humano que sólo lo llena Dios: «Nos has hecho, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti», decía san Agustín, un místico en clave trinitaria. Pero existe otra soledad, otra solitariedad, que no es patrimonio de los cristianos y que crea nuestro mundo. Poseemos más medios que nunca para comunicarnos y resulta que hoy, más que nunca, estamos solos. No compartimos en profundidad nada. Necesitamos desde la fe, con la Trinidad, descubrir nuestra profunda vocación de vivir en familia.
+ Francisco Cerro Chaves, obispo de Coria-Cáceres
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