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El Divino Charly

 

Mariano José Luis Canser Alonso, el Divino Charly, nació en Segovia, el día 29 de enero de 1939; a los 5 años le trajeron sus hermanos mayores a vivir a Santander, concretamente a Barrio Camino; después de ir a la escuela de San Martín de D. Daniel, empezó a trabajar de mecánico en los talleres de sus cuñados los hermanos Jaén, de la Gran Avenida de Tetuán. Hay que hacer constar que siempre que estemos delante de Charly al nombrar a nuestra entrañable calle nos exigirá que pongamos por delante el calificativo de Gran Avenida. Después de cumplir la mili en el Regimiento de Valencia, en el paseo del Alta, ahora General Dávila, se fue a Alemania, donde estuvo trabajando en las fabricas de coches Mercedes Benz y más tarde la Volkswagen; allí amplió sus conocimientos de mecánica y llegó a ser un auténtico especialista en este oficio.
Después de unos años en Alemania se vino a trabajar a Barcelona, a unos garajes que había enfrente de la cárcel Modelo, que se llamaban Noche y Día, cuyo propietario era el célebre humorista Miguel Gila. Me cuenta que en tierras catalanas le iba bien, pero no estaba cómodo, se sentía extranjero, y al querer empadronarle, le dio la sensación de que le querían catalanizar, y cuando le hablaban en catalán les decía que los de Santander hablamos idiomas, no dialectos, que nuestra cultura era de Oxford y Cambridge.
A pesar de ganarlo bien y estar muy bien considerado, le dijo al jefe que “chino no traga” y se vino para la Montaña.
Después de su aventura catalana y pasar una temporaduca de descanso en su adorada tierruca, se fue a navegar, estando unos ocho años embarcado, siempre en barcos extranjeros, dando la vuelta al mundo, hasta que, cansado de tanto camarote, volvió a Santander, donde empezó, como él, dice su “safari”.
Los primeros meses de su desembarco los dedicó a la dolce vita, pero los fondos se iban achicando, y vinieron los tiempos en los que un día no tocaba postre y al otro tampoco; empezó a descuidarse y se acomodó a comer en cualquier sitio que le invitaran, a dormir en un coche de su cuñado y tirar de su trailer, así llamaba al coche de niño que llevaba siempre con él y en el que metía cosas, casi todas estrafalarias, para llamar la atención.
Nunca mendigó dinero y no era el clásico borracho que le encontraras tirado por la calle, pero llegó a un punto de degradación que daba pena verle; la gente, al verle en esas condiciones, ya no se aprovechaba tanto de sus relatos, de sus anécdotas y de sus ingeniosas salidas; hasta que un día le encontraron delante de la casa de Luis Pastor, el de la Sausa, cerca de donde estaba el Cine Tetuán, tirado en el coche, hecho una piltrafa.
Su familia le llevó a Valdecilla, donde fue ingresado en el pabellón 17, en el que ingresaban, como él dice, a los estaban de la caja. Después de estar dos meses en el pabellón de los tuberculosos pasó, gracias a Juan Hormaechea y a su hermano Enrique, al Sanatorio de Liencres, estando en el mismo cerca de dos años, de donde salió totalmente recuperado tanto física como psíquicamente.
Al salir del hospital enseguida encontró trabajo, pues su amigo José Ramón Piñuela, ejemplo de empresario y bella persona, le empleó en su acreditado negocio de limpiezas LIMSA -Limpiezas Santander- de donde pasó, gracias a un sobrino y a Miguel Ángel Sañudo, a barrendero del Ayuntamiento, trabajo que ha desempeñado durante 16 años, tiempo en el cual se hizo querido por todos los vecinos de las zonas que tuvo asignadas, casi siempre alrededor de la Plaza de Toros, hasta que, después de superar un infarto, se jubiló por la edad. El nombre de barrendero lo dice con orgullo y la gracia que le caracteriza, porque ahora dice que al barrendero de Puertochico hay que dirigirse como “encargado del mantenimiento ecológico de la Dársena de Molnedo”.

CANTABRIA Y SANTANDER EN EL RECUERDO

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