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Miguel de Cervantes cuenta que Sancho Panza preguntándole a Don Quijote por qué los españoles cuando quieren dar una batalla invocan “Santiago y cierra España”, le responde: “mira, este caballero de la cruz bermeja háselo dado Dios a España por Patrón y amparo suyo”. Francisco de Quevedo escribe al rey Felipe IV: “Dios hizo a Santiago, Patrón de España, que no existía entonces, para que cuando llegue el día pudiera interceder por ella y volverla otra vez a la vida con su doctrina y con su espada”.
En el año 1630, siendo dicho monarca rey de España, el papa Urbano VIII decreta que el Apóstol Santiago, el Mayor, sea considerado solo y único Patrón de la Nación Española. Era hijo de Zebedeo y de su esposa Salomé, y hermano de Juan Evangelista. Nace en Betsaida a orillas del lago de Galilea, en Palestina. Ambos hermanos eran socios de un pequeño negocio de pesca que compartían con Pedro y Andrés, hijos de Jonás. Jesús de Nazaret pasando cierto día a orillas del lago de Galilea estando ellos pescando, les invita a “ser pescadores de hombres”.
Aceptan su invitación y dejando sus redes, le siguen. Viendo Jesús su fortaleza de espíritu les llama “Hijos del Trueno”, y les considera sus amigos, junto con Pedro, por la adhesión y lealtad que muestran hacia su persona. Santiago le acompaña en el milagro de la resurrección de la hija de Jairo, es testigo de su transfiguración en el monte, de su agonía en Getsemaní y confidente de su profecía sobre la destrucción de Jerusalén y sobre la guerra más tarde que sobrevendría. A la pregunta de Jesús, si eran capaces de beber la copa que él beberá, es decir morir por su causa, Santiago y Juan contestan “somos capaces”.
Después de la ascensión de Jesús a los cielos y de la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles en Jerusalén, en el año 30, la “Leyenda Áurea” cuenta que el Apóstol Santiago, hijo de Zebedeo, predicó la palabra evangélica en Judea y en Samaria; y que, posteriormente, vino a predicarla a la Hispania Romana haciendo nueve discípulos, regresando posteriormente a Jerusalén y dejando aquí a dos discípulos para seguir evangelizando a los hispanos.
En torno a viaje a España del apóstol Santiago, el Mayor, hay varias tradiciones orales y leyendas. Una de estas, la más común, afirma que desembarcó en la Bética Romana, siguió caminando por la vía romana que unía la Itálica con Mérida, continúa a Coimbra y Braga y llega a Iria-Flavia, Padrón, en Galicia.
Ordena obispos en Braga, Lugo y Astorga, continúa por la vía romana hacia Zaragoza, en cuya ciudad se le aparece la Virgen Maria, en carne mortal, sobre un pilar a orillas del río Ebro para fortalecerle y animarle en la fe cristiana ante los problemas y dificultades que sufría. Le encarga construir allí un templo en el cual se depositase su imagen. Santiago levanta allí una pequeña capilla con el nombre de Nuestra Señora del Pilar colocando su imagen sobre un pilar. Antes de regresar a Jerusalén, nombra obispo de esta ciudad a su discípulo Atanasio y ordena presbítero a Teodoro.
Regresa a Jerusalén. En el año 44, las autoridades judías desatan una violenta persecución contra la naciente Iglesia Cristiana, durante la cual muere el apóstol Santiago cortándole la cabeza con una espada. Sus discípulos recogen su cadáver y lo embarcan con dirección a la Hispania Romana. La nave desembarca misteriosamente en la costa marítima gallega, donde, entonces, reinaba la reina Lupa.
Informada de ello, la reina manda depositen su cadáver en un carro tirado por una junta de bueyes. Misteriosamente lo llevan a su palacio situado en el monte, llamado Pico Sacro, donde al verlo, se convierte y bautiza. Ordena que su cuerpo sea enterrado donde los bueyes se paren y no puedan tirar más del carro. Cansados se paran definitivamente en el lugar donde actualmente se halla la catedral compostelana. Los nativos excavan una tumba, y allí entierran su cadáver.
A principios del siglo IX, en el año 813, un ermitaño llamado Pelayo vio durante una noche a una estrella que brillaba grandemente sobre una colina rocosa próxima al río Sar. Se lo cuenta a los demás ermitaños y pastores que perciben lo mismo. Se aproximan y oyen una música lejana misteriosa como de ángeles. Se lo comunican a Teodoro, obispo de Iria-Flavia, quien les manifiesta que allí está la mano de Dios.
Visitan dicho lugar, desbrozan la maleza y encuentran una pequeña tumba, donde hallan tres cadáveres que atribuyen al apóstol Santiago y a sus dos discípulos, Teodoro y Atanasio. Llaman a este lugar “Campus Stellae”, (Campo de la Estrella, o Compostela). Comunican dicho hallazgo al rey Alfonso II, el Casto, quien desde Oviedo se traslada a al mismo. El rey manda levantar un pequeño templo de piedra y barro en su honor y un pequeño monasterio de monjes.
El hallazgo de las reliquias del apóstol Santiago produjo una enorme alegría y una gran esperanza en toda Cristiandad infundiendo una gran fuerza y poder a los cristianos contra la invasión islámica. El rey Alfonso II, el Casto, comunica dicha noticia al papa León III y al emperador Carlomagno. Monjes y laicos cristianos vienen a ver su tumba para implorarle protección, amparo y vida. Ello lugar al nacimiento de las peregrinaciones a Compostela y a la figura del peregrino.
Dante, autor de “la Divina Comedia”, en su obra “La Vita Nova”, distingue peregrinos, romeros y palmeros. Llama peregrinos a los que hacen el Camino de Santiago, cuando escribe: “no se entiende por peregrino sino el que va hacia la casa de Santiago o el que vuelve a ella”. La palabra, peregrino es, pues, originaria y propia del Camino de Santiago.
El primer milagro atribuido al apóstol Santiago tuvo lugar, en el año 845, en la famosa batalla de Clavijo, cerca de Nájera. El rey Ramiro I del Reino Hispano Astur, después de consultar con sus asesores, niega el tributo anual de las “cien doncellas”al califa de Córdoba, Abderamán II, que se lo había reclamado, en virtud de lo pactado con su antecesor el rey Mauregato. Ello ocasiona una lucha entre las fuerzas cristianas e islámicas.
El primer día de combate, las fuerzas cristianas pierden la batalla. De noche, el rey Ramiro I sueña que el apóstol Santiago le promete la victoria. Al día siguiente, de muy de mañana, confiado en su palabra, ataca con todas sus fuerzas cristianas a los musulmanes. De repente aparece Santiago, montado en un caballo blanco, llevando una bandera blanca en una mano y una espada centelleante en la otra y combatiendo a los musulmanes a los que derrotan habiendo centenares de muertos y heridos. En recuerdo de esta gesta épica, los reyes de la Reconquista Española establecen el “voto de Santiago” en agradecimiento por esta victoria, que tanto fortalecerá y animará a las tropas cristianas frente a las musulmanas.
El rey Alfonso III, el Magno (866-910), llama su a Reino, “Salus Hispaniae” (Salud de España), en su Historia de los Godos. Convierte a Compostela en el centro espiritual de España, levanta e inaugura la primera catedral con tres naves y tres ábsides, en honor del apóstol Santiago. A su inauguración asiste el conde Hermenegildo, de la familiar real, abuelo de san Rosendo.
El 10 de agosto de 997, el Almanzor llega con su tropa islámica a Compostela para destruirla encontrándola desierta. Sus vecinos y habitantes habían huido a las montañas para refugiarse de su famosa crueldad. Arrasa la ciudad, la catedral y el palacio episcopal. De regreso a Córdoba es derrotado por las fuerzas cristianas en la batalla de Catalañazor. Muere en 1002, en Medinaceli. Sus tropas se dispersan y cae el califato de Córdoba.
El rey de León y Castilla, Alfonso VI (1040-1109), casado en segundas nupcias con Constancia, hija del duque de Borgoña, y el célebre arzobispo Diego Gelmírez son los grandes protectores y benefactores de los monjes benedictinos cluniacenses en España, y los defensores del Papado de Roma y de su liturgia romana. Durante el reinado y pontificado de ambos, los monjes cluniacenses peregrinan a la tumba de Santiago, trazan el Camino francés, levantan un gran número de monasterios a lo largo del mismo, desde san Juan de Peña, en los Pirineos, hasta Compostela, y cubren de obispos las diócesis hispanas.
El Codex Calixtinus o Libro de Santiago, que es una compilación de fuentes diferentes jacobeas cluniacenses hecha por Aymery Picaud sacerdote de Potiers, en el año 1150, manifiesta sobre el apóstol Santiago: “yace allí en Santiago en una arca de mármol, dentro de un sepulcro bellamente abovedado, admirado por su tamaño y por su ejecución; está iluminado como fuese por el cielo, con carbunclos, como fuese la joya de la Nueva Jerusalén, y la atmósfera se mantiene suave; la iluminan velas de cera con un resplandor celestial, y un servicio angélico se cuida de él”.
Consta de cinco libros, el primero se compone de una variedad de poemas e himnos de diversos autores y de una misa con solos de una voz y coro; el segundo comprende unos veinte hechos que tuvieron lugar en tiempos del arzobispo Diego Gelmírez; el tercero relata el viaje del apóstol Santiago desde Jerusalén a Galicia; el cuarto son las crónicas de Turpín, famoso arzobispo de tiempos del emperador Carlomagno; y el quinto es una guía curiosa de peregrinos del Camino francés. En esta época, la peregrinación a Compostela tenía ya un carácter europeo en toda la Cristiandad.
La Orden de Caballeros de Santiago, promovida por el rey de León, Fernando II (1137-1188), fue aprobada por el papa Alejandro III, en 1175, para reconquistar el territorio de España a los musulmanes y para proteger a los peregrinos en sus caminos a Compostela. Su divisa era “rubet ensis sanguine Arabum” (la espada es roja de sangre de árabes). Eran caballeros, mitad soldados y mitad monjes, leones en el combate y corderos en sus conventos.
A finales del siglo XV, dicha Orden poseía más de doscientas encomiendas, prioratos, castillos y pueblos. Era un Estado dentro de los reinos hispánicos, por lo que la reina Isabel de Castilla propuso al capítulo general de la Orden pidiese al Papa que su maestre general fuese su esposo, el rey Fernando II de Aragón. Otorgado este nombramiento, todas sus propiedades pasaron a la Corona real española, en 1493.
Santiago fue el grito de guerra de los españoles en su lucha con los musulmanes en reconquista de España. La conquista de Granada por los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, en 1492, bajo la protección divina del apóstol Santiago, marca el apogeo de su devoción y peregrinación a Compostela.
En este sentido, Miguel de Cervantes escribe: “Don Quijote viendo la imagen del Patrón de las Españas a caballo, la espada ensangrentada, atropellando moros y pisando cabezas, dijo, este sí que es caballero, y de las cuadras de Cristo, este se llamaba don Diego Matamoros, uno de los más valientes santos y caballeros que tuvo el mundo y tiene ahora el cielo”.
En 1501, en agradecimiento, los Reyes Católicos levantan el Hospital Real, en esta ciudad, para peregrinos y enfermos que acudan a visitar la tumba del apóstol Santiago. Actualmente, llamado Hostal de los Reyes Católicos, es uno de los edificios más nobles y hermosos del Renacimiento español. Luis de Molina, canónigo de Mondoñedo lo consideraba en su libro, “Descripción del Reino de Galicia”, de 1675, “la máxima gloria de la Cristiandad”. Muchas ciudades, pueblos y aldeas iberoamericanas llevan el nombre de Santiago, entre ellas, Santiago de Chile y Santiago de Cuba, en recuerdo de su poder y patrocinio.
En la segunda mitad del siglo XVI, se inicia la decadencia de las peregrinaciones a Compostela, debido a los escritos y predicaciones de Erasmo y Lutero contra la devoción de los santos, y a la opinión defendida por el famoso arzobispo de Toledo, García de Loaysa, religioso dominico y asesor del emperador Carlos V, quien negaba la venida del apóstol Santiago a España para defender la primacía de la Iglesia particular de Toledo frente a la de Compostela. En consecuencia, el eminente cardenal Baronio ordenó la omisión de su oficio en el Breviario de san Pío V. Dicha omisión despertó una grande indignación en la Nación Española, interviniendo el rey Felipe II para que se restableciera de nuevo su oficio.
En 1589, la marina inglesa dirigida por almirante inglés Drake desembarca en las costas coruñesas con la finalidad de apoderarse de a Coruña y destruir Santiago, en represalia a la Armada española enviada por el rey Felipe II, en el año anterior, para combatir a los ingleses. Informado de ello el arzobispo de Compostela, Juan de Sanclemente, oculta las reliquias del apóstol Santiago y de sus discípulos Atanasio y Teodoro en una nueva tumba, construida cerca de la primitiva, y la cubre de cemento.
Los ciudadanos coruñeses hacen frente con gran valor y valentía a la invasión de la marina inglesa, en cuya lucha se inmortaliza la heroína coruñesa, María Pita. Después de varios días de asedios y luchas, cuerpo a cuerpo, entre ingleses y coruñeses, con muertes y heridos, los invasores incendian edificios, se repliegan y huyen en barcos hacia Inglaterra.
En 1617, los religiosos carmelitas descalzos promueven un fuerte movimiento nacional español para que santa Teresa de Jesús fuese declarada copatrona de España por el Papa, propuesta que fue aceptada por el rey Felipe III y por el Consejo de Castilla, pero que fracasa ante la opinión adversa de la sociedad española al considerar que el patrón de España es solo el apóstol Santiago.
El año 1879, el arzobispo de Santiago, cardenal Miguel Paya y Rico, ordena buscar las reliquias del apóstol Santiago y las de sus dos discípulos, en cuya búsqueda colabora el sabio canónigo historiador y arqueólogo Antonio López Ferreiro, encontrándolas en mismo lugar donde las había depositado el arzobispo Sanclemente. Informan a la Santa Sede de su hallazgo. El papa León XIII las declara auténticas por la carta “Deus Omnipotens”, del 2 de noviembre de 1884. En ello da lugar al renacer de las peregrinaciones a la tumba de Santiago y de los caminantes a Compostela, siendo cada año mayor su número.
El Año Santo Jacobeo es todo un acontecimiento de multitud de gentes y actos. Tiene lugar cuando el 25 de julio, fiesta del Apóstol Santiago, cae un domingo. La puerta santa, flanqueada en su frontispicio por las imágenes de peregrino del apóstol Santiago y de sus discípulos, Anastasio y Teodoro, es abierta, el 31 de diciembre del año anterior, para que los peregrinos y caminantes entren a ver su tumba, le pidan sus gracias, cumplan sus promesas y ganen las indulgencias.
El 24 de julio de año 1940, víspera de la fiesta del apóstol Santiago, el papa Pío XII, de feliz memoria, pronunciaba el siguiente discurso: “después del Tabernáculo, donde nuestro señor Jesucristo se halla verdaderamente presente, aunque invisible, después de Palestina que conserva con el santo Sepulcro los restos de su estancia en la tierra, después de Roma que conserva las tumbas de los gloriosos apóstoles, Pedro y Pablo, quizá no haya otro lugar en donde se haya congregado a lo largo de los siglos un número de devotos tan grande como la capital histórica de Galicia, Santiago de Compostela, lugar, en que de acuerdo con la tradición antigua, yacen las reliquias del apóstol Santiago”.
Está en la memoria de todos nosotros, las IV Jornadas Mundiales de la Juventud, celebradas en Santiago de Compostela, en agosto del año 1989, a las que acudieron el papa Juan Pablo II, decenas de cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos y una gran multitud de miles de jóvenes de ambos sexos de todas las naciones. Fue una “xuntanza” de amor y todo un acontecimiento emocionante, tanto en la catedral y explanada del Obradoiro como en el monte del Gozo, al ver a tanta y tanta juventud entusiasta.
Ciertamente, la tumba del apóstol Santiago, el Mayor, en el marco de su bellísima catedral románica con su cripta, pórtico de la gloria y fachada del Obradoiro, constituye una verdadera fascinación religiosa-cultural española y universal, que motiva un gran peregrinaje mítico y encantador de peregrinos y caminantes hacia otro mundo en busca de una nueva vida, espiritual y misteriosa, en ruta hacia el Oeste siguiendo la Vía Láctea.
Actualmente, es un hecho antropológico y misterioso ver caminar todos los días del año a personas de todas las edades, condiciones, nacionalidades y confesiones por los históricos caminos llenos de encanto y de arte hacia Compostela, sobre todo, por el camino francés, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO e Itinerario de Interés Cultural Europeo, para encontrar salud, paz, amor y fe ante la tumba del Apóstol Santiago, en la basílica de la bellísima catedral románica del siglo XII, donde se halla representado como apóstol, peregrino y matamoros en artísticas y preciosas tallas.
Aceptan su invitación y dejando sus redes, le siguen. Viendo Jesús su fortaleza de espíritu les llama “Hijos del Trueno”, y les considera sus amigos, junto con Pedro, por la adhesión y lealtad que muestran hacia su persona. Santiago le acompaña en el milagro de la resurrección de la hija de Jairo, es testigo de su transfiguración en el monte, de su agonía en Getsemaní y confidente de su profecía sobre la destrucción de Jerusalén y sobre la guerra más tarde que sobrevendría. A la pregunta de Jesús, si eran capaces de beber la copa que él beberá, es decir morir por su causa, Santiago y Juan contestan “somos capaces”.
Después de la ascensión de Jesús a los cielos y de la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles en Jerusalén, en el año 30, la “Leyenda Áurea” cuenta que el Apóstol Santiago, hijo de Zebedeo, predicó la palabra evangélica en Judea y en Samaria; y que, posteriormente, vino a predicarla a la Hispania Romana haciendo nueve discípulos, regresando posteriormente a Jerusalén y dejando aquí a dos discípulos para seguir evangelizando a los hispanos.
En torno a viaje a España del apóstol Santiago, el Mayor, hay varias tradiciones orales y leyendas. Una de estas, la más común, afirma que desembarcó en la Bética Romana, siguió caminando por la vía romana que unía la Itálica con Mérida, continúa a Coimbra y Braga y llega a Iria-Flavia, Padrón, en Galicia.
Ordena obispos en Braga, Lugo y Astorga, continúa por la vía romana hacia Zaragoza, en cuya ciudad se le aparece la Virgen Maria, en carne mortal, sobre un pilar a orillas del río Ebro para fortalecerle y animarle en la fe cristiana ante los problemas y dificultades que sufría. Le encarga construir allí un templo en el cual se depositase su imagen. Santiago levanta allí una pequeña capilla con el nombre de Nuestra Señora del Pilar colocando su imagen sobre un pilar. Antes de regresar a Jerusalén, nombra obispo de esta ciudad a su discípulo Atanasio y ordena presbítero a Teodoro.
Regresa a Jerusalén. En el año 44, las autoridades judías desatan una violenta persecución contra la naciente Iglesia Cristiana, durante la cual muere el apóstol Santiago cortándole la cabeza con una espada. Sus discípulos recogen su cadáver y lo embarcan con dirección a la Hispania Romana. La nave desembarca misteriosamente en la costa marítima gallega, donde, entonces, reinaba la reina Lupa.
Informada de ello, la reina manda depositen su cadáver en un carro tirado por una junta de bueyes. Misteriosamente lo llevan a su palacio situado en el monte, llamado Pico Sacro, donde al verlo, se convierte y bautiza. Ordena que su cuerpo sea enterrado donde los bueyes se paren y no puedan tirar más del carro. Cansados se paran definitivamente en el lugar donde actualmente se halla la catedral compostelana. Los nativos excavan una tumba, y allí entierran su cadáver.
A principios del siglo IX, en el año 813, un ermitaño llamado Pelayo vio durante una noche a una estrella que brillaba grandemente sobre una colina rocosa próxima al río Sar. Se lo cuenta a los demás ermitaños y pastores que perciben lo mismo. Se aproximan y oyen una música lejana misteriosa como de ángeles. Se lo comunican a Teodoro, obispo de Iria-Flavia, quien les manifiesta que allí está la mano de Dios.
Visitan dicho lugar, desbrozan la maleza y encuentran una pequeña tumba, donde hallan tres cadáveres que atribuyen al apóstol Santiago y a sus dos discípulos, Teodoro y Atanasio. Llaman a este lugar “Campus Stellae”, (Campo de la Estrella, o Compostela). Comunican dicho hallazgo al rey Alfonso II, el Casto, quien desde Oviedo se traslada a al mismo. El rey manda levantar un pequeño templo de piedra y barro en su honor y un pequeño monasterio de monjes.
El hallazgo de las reliquias del apóstol Santiago produjo una enorme alegría y una gran esperanza en toda Cristiandad infundiendo una gran fuerza y poder a los cristianos contra la invasión islámica. El rey Alfonso II, el Casto, comunica dicha noticia al papa León III y al emperador Carlomagno. Monjes y laicos cristianos vienen a ver su tumba para implorarle protección, amparo y vida. Ello lugar al nacimiento de las peregrinaciones a Compostela y a la figura del peregrino.
Dante, autor de “la Divina Comedia”, en su obra “La Vita Nova”, distingue peregrinos, romeros y palmeros. Llama peregrinos a los que hacen el Camino de Santiago, cuando escribe: “no se entiende por peregrino sino el que va hacia la casa de Santiago o el que vuelve a ella”. La palabra, peregrino es, pues, originaria y propia del Camino de Santiago.
El primer milagro atribuido al apóstol Santiago tuvo lugar, en el año 845, en la famosa batalla de Clavijo, cerca de Nájera. El rey Ramiro I del Reino Hispano Astur, después de consultar con sus asesores, niega el tributo anual de las “cien doncellas”al califa de Córdoba, Abderamán II, que se lo había reclamado, en virtud de lo pactado con su antecesor el rey Mauregato. Ello ocasiona una lucha entre las fuerzas cristianas e islámicas.
El primer día de combate, las fuerzas cristianas pierden la batalla. De noche, el rey Ramiro I sueña que el apóstol Santiago le promete la victoria. Al día siguiente, de muy de mañana, confiado en su palabra, ataca con todas sus fuerzas cristianas a los musulmanes. De repente aparece Santiago, montado en un caballo blanco, llevando una bandera blanca en una mano y una espada centelleante en la otra y combatiendo a los musulmanes a los que derrotan habiendo centenares de muertos y heridos. En recuerdo de esta gesta épica, los reyes de la Reconquista Española establecen el “voto de Santiago” en agradecimiento por esta victoria, que tanto fortalecerá y animará a las tropas cristianas frente a las musulmanas.
El rey Alfonso III, el Magno (866-910), llama su a Reino, “Salus Hispaniae” (Salud de España), en su Historia de los Godos. Convierte a Compostela en el centro espiritual de España, levanta e inaugura la primera catedral con tres naves y tres ábsides, en honor del apóstol Santiago. A su inauguración asiste el conde Hermenegildo, de la familiar real, abuelo de san Rosendo.
El 10 de agosto de 997, el Almanzor llega con su tropa islámica a Compostela para destruirla encontrándola desierta. Sus vecinos y habitantes habían huido a las montañas para refugiarse de su famosa crueldad. Arrasa la ciudad, la catedral y el palacio episcopal. De regreso a Córdoba es derrotado por las fuerzas cristianas en la batalla de Catalañazor. Muere en 1002, en Medinaceli. Sus tropas se dispersan y cae el califato de Córdoba.
El rey de León y Castilla, Alfonso VI (1040-1109), casado en segundas nupcias con Constancia, hija del duque de Borgoña, y el célebre arzobispo Diego Gelmírez son los grandes protectores y benefactores de los monjes benedictinos cluniacenses en España, y los defensores del Papado de Roma y de su liturgia romana. Durante el reinado y pontificado de ambos, los monjes cluniacenses peregrinan a la tumba de Santiago, trazan el Camino francés, levantan un gran número de monasterios a lo largo del mismo, desde san Juan de Peña, en los Pirineos, hasta Compostela, y cubren de obispos las diócesis hispanas.
El Codex Calixtinus o Libro de Santiago, que es una compilación de fuentes diferentes jacobeas cluniacenses hecha por Aymery Picaud sacerdote de Potiers, en el año 1150, manifiesta sobre el apóstol Santiago: “yace allí en Santiago en una arca de mármol, dentro de un sepulcro bellamente abovedado, admirado por su tamaño y por su ejecución; está iluminado como fuese por el cielo, con carbunclos, como fuese la joya de la Nueva Jerusalén, y la atmósfera se mantiene suave; la iluminan velas de cera con un resplandor celestial, y un servicio angélico se cuida de él”.
Consta de cinco libros, el primero se compone de una variedad de poemas e himnos de diversos autores y de una misa con solos de una voz y coro; el segundo comprende unos veinte hechos que tuvieron lugar en tiempos del arzobispo Diego Gelmírez; el tercero relata el viaje del apóstol Santiago desde Jerusalén a Galicia; el cuarto son las crónicas de Turpín, famoso arzobispo de tiempos del emperador Carlomagno; y el quinto es una guía curiosa de peregrinos del Camino francés. En esta época, la peregrinación a Compostela tenía ya un carácter europeo en toda la Cristiandad.
La Orden de Caballeros de Santiago, promovida por el rey de León, Fernando II (1137-1188), fue aprobada por el papa Alejandro III, en 1175, para reconquistar el territorio de España a los musulmanes y para proteger a los peregrinos en sus caminos a Compostela. Su divisa era “rubet ensis sanguine Arabum” (la espada es roja de sangre de árabes). Eran caballeros, mitad soldados y mitad monjes, leones en el combate y corderos en sus conventos.
A finales del siglo XV, dicha Orden poseía más de doscientas encomiendas, prioratos, castillos y pueblos. Era un Estado dentro de los reinos hispánicos, por lo que la reina Isabel de Castilla propuso al capítulo general de la Orden pidiese al Papa que su maestre general fuese su esposo, el rey Fernando II de Aragón. Otorgado este nombramiento, todas sus propiedades pasaron a la Corona real española, en 1493.
Santiago fue el grito de guerra de los españoles en su lucha con los musulmanes en reconquista de España. La conquista de Granada por los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, en 1492, bajo la protección divina del apóstol Santiago, marca el apogeo de su devoción y peregrinación a Compostela.
En este sentido, Miguel de Cervantes escribe: “Don Quijote viendo la imagen del Patrón de las Españas a caballo, la espada ensangrentada, atropellando moros y pisando cabezas, dijo, este sí que es caballero, y de las cuadras de Cristo, este se llamaba don Diego Matamoros, uno de los más valientes santos y caballeros que tuvo el mundo y tiene ahora el cielo”.
En 1501, en agradecimiento, los Reyes Católicos levantan el Hospital Real, en esta ciudad, para peregrinos y enfermos que acudan a visitar la tumba del apóstol Santiago. Actualmente, llamado Hostal de los Reyes Católicos, es uno de los edificios más nobles y hermosos del Renacimiento español. Luis de Molina, canónigo de Mondoñedo lo consideraba en su libro, “Descripción del Reino de Galicia”, de 1675, “la máxima gloria de la Cristiandad”. Muchas ciudades, pueblos y aldeas iberoamericanas llevan el nombre de Santiago, entre ellas, Santiago de Chile y Santiago de Cuba, en recuerdo de su poder y patrocinio.
En la segunda mitad del siglo XVI, se inicia la decadencia de las peregrinaciones a Compostela, debido a los escritos y predicaciones de Erasmo y Lutero contra la devoción de los santos, y a la opinión defendida por el famoso arzobispo de Toledo, García de Loaysa, religioso dominico y asesor del emperador Carlos V, quien negaba la venida del apóstol Santiago a España para defender la primacía de la Iglesia particular de Toledo frente a la de Compostela. En consecuencia, el eminente cardenal Baronio ordenó la omisión de su oficio en el Breviario de san Pío V. Dicha omisión despertó una grande indignación en la Nación Española, interviniendo el rey Felipe II para que se restableciera de nuevo su oficio.
En 1589, la marina inglesa dirigida por almirante inglés Drake desembarca en las costas coruñesas con la finalidad de apoderarse de a Coruña y destruir Santiago, en represalia a la Armada española enviada por el rey Felipe II, en el año anterior, para combatir a los ingleses. Informado de ello el arzobispo de Compostela, Juan de Sanclemente, oculta las reliquias del apóstol Santiago y de sus discípulos Atanasio y Teodoro en una nueva tumba, construida cerca de la primitiva, y la cubre de cemento.
Los ciudadanos coruñeses hacen frente con gran valor y valentía a la invasión de la marina inglesa, en cuya lucha se inmortaliza la heroína coruñesa, María Pita. Después de varios días de asedios y luchas, cuerpo a cuerpo, entre ingleses y coruñeses, con muertes y heridos, los invasores incendian edificios, se repliegan y huyen en barcos hacia Inglaterra.
En 1617, los religiosos carmelitas descalzos promueven un fuerte movimiento nacional español para que santa Teresa de Jesús fuese declarada copatrona de España por el Papa, propuesta que fue aceptada por el rey Felipe III y por el Consejo de Castilla, pero que fracasa ante la opinión adversa de la sociedad española al considerar que el patrón de España es solo el apóstol Santiago.
El año 1879, el arzobispo de Santiago, cardenal Miguel Paya y Rico, ordena buscar las reliquias del apóstol Santiago y las de sus dos discípulos, en cuya búsqueda colabora el sabio canónigo historiador y arqueólogo Antonio López Ferreiro, encontrándolas en mismo lugar donde las había depositado el arzobispo Sanclemente. Informan a la Santa Sede de su hallazgo. El papa León XIII las declara auténticas por la carta “Deus Omnipotens”, del 2 de noviembre de 1884. En ello da lugar al renacer de las peregrinaciones a la tumba de Santiago y de los caminantes a Compostela, siendo cada año mayor su número.
El Año Santo Jacobeo es todo un acontecimiento de multitud de gentes y actos. Tiene lugar cuando el 25 de julio, fiesta del Apóstol Santiago, cae un domingo. La puerta santa, flanqueada en su frontispicio por las imágenes de peregrino del apóstol Santiago y de sus discípulos, Anastasio y Teodoro, es abierta, el 31 de diciembre del año anterior, para que los peregrinos y caminantes entren a ver su tumba, le pidan sus gracias, cumplan sus promesas y ganen las indulgencias.
El 24 de julio de año 1940, víspera de la fiesta del apóstol Santiago, el papa Pío XII, de feliz memoria, pronunciaba el siguiente discurso: “después del Tabernáculo, donde nuestro señor Jesucristo se halla verdaderamente presente, aunque invisible, después de Palestina que conserva con el santo Sepulcro los restos de su estancia en la tierra, después de Roma que conserva las tumbas de los gloriosos apóstoles, Pedro y Pablo, quizá no haya otro lugar en donde se haya congregado a lo largo de los siglos un número de devotos tan grande como la capital histórica de Galicia, Santiago de Compostela, lugar, en que de acuerdo con la tradición antigua, yacen las reliquias del apóstol Santiago”.
Está en la memoria de todos nosotros, las IV Jornadas Mundiales de la Juventud, celebradas en Santiago de Compostela, en agosto del año 1989, a las que acudieron el papa Juan Pablo II, decenas de cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos y una gran multitud de miles de jóvenes de ambos sexos de todas las naciones. Fue una “xuntanza” de amor y todo un acontecimiento emocionante, tanto en la catedral y explanada del Obradoiro como en el monte del Gozo, al ver a tanta y tanta juventud entusiasta.
Ciertamente, la tumba del apóstol Santiago, el Mayor, en el marco de su bellísima catedral románica con su cripta, pórtico de la gloria y fachada del Obradoiro, constituye una verdadera fascinación religiosa-cultural española y universal, que motiva un gran peregrinaje mítico y encantador de peregrinos y caminantes hacia otro mundo en busca de una nueva vida, espiritual y misteriosa, en ruta hacia el Oeste siguiendo la Vía Láctea.
Actualmente, es un hecho antropológico y misterioso ver caminar todos los días del año a personas de todas las edades, condiciones, nacionalidades y confesiones por los históricos caminos llenos de encanto y de arte hacia Compostela, sobre todo, por el camino francés, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO e Itinerario de Interés Cultural Europeo, para encontrar salud, paz, amor y fe ante la tumba del Apóstol Santiago, en la basílica de la bellísima catedral románica del siglo XII, donde se halla representado como apóstol, peregrino y matamoros en artísticas y preciosas tallas.
José Barros Guede